Deontología médica
Aunque el acto médico, es algo que conoce por propia experiencia, vamos a darle unos datos para que le acerquen a la forma de actuar de este centro.
Comencemos por lo evidente; no es ningún secreto afirmar que lo que un paciente busca en el acto de ir al médico, es la pericia de este para sanarle, la virtud del profesional para dar fin al dolor que compromete su presente y pone en duda su futuro. Pero este hecho aunque esencial, si se otorga de forma aislada, queda limitado e incompleto, necesita ser guiado por la importancia del bien que se trata. Para dar el beneficio de la medicina tienes que ser una persona virtuosa, una persona que busca soluciones. La ética médica busca por lo tanto buscar construir un sujeto capaz de dar el bien de la virtud.
Esta necesidad fue comprendida desde el mismo nacimiento de la medicina, donde los padres promotores de las diferentes especialidades, comprendieron que sus acciones no podían limitarse a curar, que esta ciencia exigía más, por ello la dotaron de juramentos y oraciones con la que asegurarse no la forma correcta sino la forma excelente que el acto de curar requería. Desde Hipócrates hasta los modernos códigos deontológicos, pasando por Maimónides, todos ellos buscan sino la excelencia, lo más cercano a esta.
Llegados a este punto, analicemos la ética con la que se escriben los códigos deontológicos actuales. Simplificando los acontecimientos, podemos tomar como el inicio de la deontología médica los sucesos de Tuskegee, donde un estudio financiado con dinero de la casa blanca investigaba el avance de la sífilis en pacientes de raza negra negándoles el derecho a ser tratados. Cuando lo descubrió la prensa 50 años después, provocaron en la sociedad americana un profundo revuelo y un fuerte sentimiento de vergüenza, lo que llevo a la posterior reacción del gobierno de EEUU, que tras un acto público de disculpas y compensación a los implicados, reunió a un grupo heterogéneo de expertos en cuestiones tanto religiosas como filosóficas para la redacción de un informe, el informe Belmont, con el fin de ayudar a los gobiernos y profesionales sanitarios en la toma de decisiones en un mundo cambiante y complejo.
Este informe se basaba en la aplicación de cuatro principios básicos; Beneficencia, justicia, no maleficencia y autonomía con los que guiar todas las conductas biosanitarias. Naciendo así la ética principalista, que al unirse a las directrices ya trazadas por las declaraciones de Helsinki de 1964 dieron como fruto los códigos deontológicos que tanto orgullo levantan en el ámbito hospitalario. Y que nutren cada acontecimiento o actividad médica hasta nuestros días.
Y sin duda, dichos códigos son todo un logro para la buena “praxis” médica. Sin embargo, los principios en los que se erigen, aunque buenos en su raíz, se presentan deficitarios, como señaló Diego Gracia “el hecho de que no esté indicado cuál de ellos prevalece sobre los otros, provoca conflictos en el momento en que varios de los principios se confrontan dentro de la problemática de un paciente”; para solucionar esta disyuntiva, Gracia los organizó en parejas por orden de prioridad pero siguió sin solucionarse el problema de fondo que conlleva esta ética y que la anula por defecto; y es que estos principios nacieron para resolver problemas y no asuntos más profundos, ya que limitar la ética a una serie de cuatro principios, aunque práctico, la coarta desde su base, limitando con ello nuestra capacidad de raciocinio. Convirtiendo de este modo la ética en una ética de mínimos que por muy útil que se demuestre, dicha conversión es completamente errónea, ya que el pilar donde descansa la ética es la constante búsqueda de la excelencia y cualquier criterio alejado de esa premisa puede ser algo útil pero nunca ético.
Es por este motivo, que este centro se enorgullece no solo de seguir cada artículo que el código deontológico establece, sino de ir más allá, de ir donde los cuatros principios no alcanzan para poder ofrecer a cada paciente una verdadera ética, una ética de máximos y con ella conseguir acciones creativas y autodidactas que le permitan ofrecer la excelencia en el acto médico. Que es, como señalamos al principio, lo que todo paciente espera encontrar cuando desesperado por su dolencia pide ayuda.
Unido a la idea anterior y como punto final de estas breves líneas, señalar un detalle que aunque aparentemente nimio, cobra mayor trascendencia en estos tiempos de crisis económica, donde los criterios del gestor callan con demasiada regularidad y cierta facilidad la voz de unos médicos cada vez más mudos e incapacitados para gestionar lo que siempre les había correspondido, la salud del paciente. Poniendo límites peligrosos en la buena práctica médica, llegando a poner en serio riesgo la capacidad de decisión del profesional, quecoartado busca la forma de curar al paciente entre los requisitos de tiempo, dinero y espacio.
Infortunios que en este centro gracias a sus características de gestión y entrega, no existen. Nuestra dedicación busca la mayor calidad asistencial, en el menor tiempo posible, ajustando las técnicas disponibles a las más eficaces y necesarias en cada caso, evitando la realización de técnicas innecesarias y la repetición no precisa de las mismas, al menos costo posible. Marcando a nuestros profesionales como exclusivo limite lo que la salud del paciente requiera.